Cuando en enero de 1980 llegó a las tiendas el disco de debut de Pretenders su cantante estaba sin casa. Chrissie Hynde había dejado EEUU un lustro antes y había vagado por Europa buscando su lugar en el mundo. Hynde no quería ser cantante, quería ser lo que los ingleses llaman una band leader, y el punk abrió infinidad de nuevas vías de acceso a ese mundo que fascinaban a esa chica de Ohio. 

El éxito de Pretenders fue una enorme sorpresa para todos, pero volviendo a esas canciones no cuesta tanto encontrar los motivos. En esos 12 cortes hay de todo. Historias tiernas, relatos crudos, emociones desbocadas y retazos de vidas al borde del abismo. Con esa fórmula, una presentación potente y una líder que desbordaba carisma, Pretenders derribó todas las puertas. 

Los años de dependienta, ocupa o periodista quedaron atrás para una Hynde que iba a desembarcar en esa década marcada por el éxito de mujeres fuertes como Madonna o Debbie Harry. 

El viaje de Pretenders fue por otro lado trágico. Dos de los miembros originales de la banda murieron de sobredosis cuando el grupo estaba en la cima dejando a Hynde sola. "Si hubiera sido más valiente hubiera cambiado el nombre de la banda pero no sabía entonces qué hacer con las canciones que habíamos hecho juntos así que lo mantuve 30 años", contaba Hynde en una entrevista. 

Esta semana ponemos la mirada en este disco, pero también miramos el antes y el después de esta aventura musical que fue fruto del empeño de una chica sin rumbo, pero con una idea clara. Para recordar esta joya del rock de los años ochenta nos acompañan Arturo Lezcano y Lucía Taboada.