Hoy te levantaste, sin pensarlo te cepillaste los dientes y lavaste tu cara, te detuviste unos segundos frente al espejo y contemplaste el reflejo, notaste que se te hacía tarde y te pusiste tu ropa rápidamente. Desayunaste una tostada crujiente y dorada untada con mermelada y huevos revueltos, acompañaste el desayuno con un café negro muy aromático y oscuro, viste el reloj y saliste disparada de tu casa hacia el trabajo. Podría escribir mucho mas sobre la  secuencia de pequeñas acciones que hiciste en el día y que has venido repitiendo por años. Esas acciones repetidas le han dado forma a la realidad en la que vives hoy, esto quiere decir que cada uno de tus hábitos ha contribuido a que estés saludable o no, a que tengas ahorros o estés viviendo del día, que hayas podido comprar una vivienda o estés creando tu negocio; cada uno de los objetivos que te has trazado y has alcanzado han sido la consecuencia de tus hábitos. Entender esta premisa nos da la oportunidad de usar el poder de los hábitos a nuestro favor, más importante aun, entender que cada acción primero fue un pensamiento y la calidad de esos pensamientos moldean nuestra realidad, nos da el entendimiento necesario para usar nuestro poder y tomar mejores decisiones.

¿Qué sucede cuando las circunstancias externas afectan nuestra realidad? ¿Qué pasa cuando todo lo que nos daba estabilidad y soporte se derrumba?

Justo en ese momento tenemos que hacer una pausa para evaluar nuestras acciones, descartas los hábitos que no nos sirven e incorporar acciones que  con constancia nos generen resultados positivos en el futuro.

En el episodio número 8 voy a hablar sobre el proceso de cambio y de la necesidad de crear nuevas costumbres que nos ayuden a estar mejor como individuos y como comunidad. Es tiempo de entender que estamos conectados de maneras invisibles pero reales y que nuestras acciones no solo nos afectan por separado sino también afectan a nuestro entorno.