Identifico un momento en mi carrera y en mi vida, en el que me tomó la sensación de que esta habilidad que tenía para captar la atención del público llevaba consigo una gran responsabilidad. Que no tenía la posibilidad de estar diciendo pavadas solo por hacer reír y ganar unos pesos.

También puedo ver claro como me condicionó en lo creativo el haber llegado a esa conclusión.

Eso estuvo muy lejos de ser positivo. En realidad, fue todo lo contrario. Empecé a querer crear desde el mensaje y se me bajaron todas las cortinas juntas. No encontraba forma de crear nada nuevo y cuando lo hacía notaba muchas veces que mi mensaje chocaba con algunas personas, me quede reciclando cosas viejas durante un buen tiempo.

Fue un período desagradable que duró bastante para mi gusto.

Pero pasó y me puse a trabajar otra vez creando. La conexión con el mundo de las ideas volvió.

Empecé a dejarme llevar por las imágenes que me llegaban sin filtrarlas según lo “portadoras de mensaje” que eran y a concentrarme en la importancia de entregar a mi público momentos de alegría, convencido de que eso puede salvar vidas.

Entendí:

Que me dedico al Arte y que eso es un montón para estos tiempos.

Que la música mueve al mundo de las emociones y modifica el ánimo de las personas aunque no esté acompañada de una poesía.

Que una pintura me puede llevar a viajar por otros mundos, aunque no halla en ella más que la sombra de un árbol.

Que los mensajes que yo quiero dar, no siempre alegran a todes y que la manifestación de ello afecta a la escena.

Siento que lo que porta el mensaje es nuestra vida y que nuestro trabajo no puede ser ajeno a ello, de manera consciente o inconsciente lo llevamos con nosotres a la escena, aunque el producto que presentamos diga explícitamente lo contrario.

No estoy queriendo decir con esto que esté bien andar por ahí repartiendo mensajes opuestos a nuestra forma de sentir, solo digo que muchas veces pregonamos ideas muy convencidos mientras sin darnos cuenta actuamos de un modo opuesto.

Tenemos que aprender a observarnos todo el tiempo. Digo, ya que estamos.

Sentí y sigo sintiendo que la responsabilidad que genera el tener a un público delante es inmensa, ya que buscándolo o no afectamos a esas personas, sean cuales sean las dimensiones de ese efecto.

Y aprendí, que si no busco ese mensaje a la hora de crear y trabajo motivado por las razones que mencione más arriba, aparece en un momento del proceso un mensaje, no siempre explicito es cierto, pero de una contundencia y una organicidad que me llenan completamente.

Siento necesario aclarar que también he visto gran cantidad de obras, creadas a partir de la necesidad de transmitir un mensaje que me resultaron geniales.

Solo comparto mi experiencia, en relación a este asunto, porque me ha tocado ver - más de una vez - como este punto de vista sirvió para liberar impulsos creativos que estaban estancados por no tener un mensaje explícito.

Soy un convencido de que para crear tenemos que sentirnos en libertad.

No podemos condicionar el arte para un fin específico.

El Arte es un fin en sí mismo.