Don Melchor Campuzano era un español honesto y trabajador a carta cabal. Tanto así, que su socio Manuel le encomendó que repartiera sus riquezas a los pobres y necesitados; cosa que hizo con religiosa puntualidad. Sin embargo, las malas lenguas de los conciudadanos envenenaron la mente de don Melchor, ya que se decía que se quedaba con la mayor parte de lo que debería de repartir. Así se origina su ostracismo y su maldición.
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