Sólo el 17 de octubre de 1946, casi un año más tarde, Perón decidió por fin adoptar a descamisados como bandera de gloria para designar a sus seguidores. Para llegar a ello hizo falta una prolongada presión popular y el líder tardó mucho en acatarla, a diferencia de la masa, que se mostró más flexible y creativa. Luna observa que tras el 17 de octubre de 1945 “los peronistas” –pero no habla en cambio de Perón– “asumieron rápidamente” lo que llama con razón “el vituperio”, y añade que “la camisa se convirtió en un símbolo de lucha, una palabra mágica, una afirmación de estilo populachero y fraternal del movimiento”. Refiriéndose luego al mitín electoral ya mencionado, del 14 de diciembre, explica que acabada la arenga.
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