Odio las escaleras, soy del equipo de los ascensores. En los ascensores no hay escalones, se anula la metáfora de las etapas. Excepto que haya más personas en el habitáculo que obliguen a ir frenando en distintos pisos. ¿A qué piso va? Lo peor es quedar en el fondo cuando sos el que necesita salir primero. Además están esas micro charlas obligatorias en un cubículo de acero con espejos, encerrados y condenados a esquivar miradas con completos extraños. Quizás después de todo los ascensores no sea una mala comparación con la vida, la vida en sociedad.
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