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EL TÚNEL ERNESTO SÁBATO 6/6

EL TÚNEL ERNESTO SÁBATO 6/6

Released Thursday, 14th January 2021
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Thursday, 14th January 2021
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me había movido a hablar), concluí por decirle cosas más fuertes que las
contenidas en la carta. Claro que eso no sucedió irrazonablemente; la
verdad es que yo comencé hablándole con humildad y ternura, pero
empezó a exasperarme el tono dolorido de su voz y el hecho de que no
respondiese a ninguna de mis preguntas precisas, según su hábito. El
diálogo, más bien mi monólogo, fue creciendo en violencia y cuanto más
violento era, más dolorida parecía ella y más eso me exasperaba, porque
yo tenía plena conciencia de mi razón y de la injusticia de su dolor.
Terminé diciéndole a gritos que me mataría, que era una comediante y
que necesitaba verla en seguida, en Buenos Aires.
No contestó a ninguna de mis preguntas precisas, pero finalmente,
ante mi insistencia y mis amenazas de matarme, me prometió venir a
Buenos Aires, al día siguiente, "aunque no sabía para qué".
—Lo único que lograremos —agregó con voz muy débiles lastimarnos
cruelmente, una vez más.
—Si no venís, me mataré —repetí por fin—. Pensalo bien antes de
tomar cualquier decisión.
Colgué el tubo sin agregar nada más, y la verdad es que en ese
momento estaba decidido a matarme si ella no venía a aclarar la
situación. Quedé extrañamente satisfecho al decidirlo. "Ya verá", pensé,
como si se tratara de una venganza.
XXXI
ESE DÍA fue execrable.
Salí de mi taller furiosamente. A pesar de que la vería al día siguiente,
estaba desconsolado y sentía un odio sordo e impreciso. Ahora creo que
era contra mí mismo, porque en el fondo sabía que mis crueles insultos
no tenían fundamento. Pero me daba rabia que ella no se defendiera, y su
voz dolorida y humilde, lejos de aplacarme, me enardecía más.
Me desprecié. Esa tarde comencé a beber mucho y terminé buscando
líos en un bar de Leandro Alem. Me apoderé de la mujer que me pareció
más depravada y luego desafié a pelear a un marinero porque le hizo un
chiste obsceno. No recuerdo lo que pasó después, excepto que
comenzamos a pelear y que la gente nos separó en medio de una gran
alegría. Después me recuerdo con la mujer esa en la calle. El fresco me
hizo bien. A la madrugada la llevé al taller. Cuando llegamos se puso a
reír de un cuadro que estaba sobre un caballete. (No sé si dije que, desde
la escena de la ventana, mi pintura se fue transformando paulatinamente:
era como si los seres y cosas de mi antigua pintura hubieran sufrido un
Ernesto Sábato 66
El tunel
cataclismo cósmico. Ya hablaré de esto más adelante, porque ahora quiero relatar lo que sucedió en aquellos días decisivos.) La mujer miró,
riéndose, el cuadro y después me miró a mí, como en demanda de una
explicación. Como ustedes supondrán, me importaba un bledo el juicio
que aquella desgraciada podría formarse de mi arte. Le dije que no
perdiéramos tiempo en pavadas.
Estábamos en la cama, cuando de pronto cruzó por mi cabeza una
idea tremenda: la expresión de la rumana se parecía a una expresión que
alguna vez había observado en María.
—¡Puta! —grité enloquecido, apartándome con asco—. ¡Claro que es
una puta!
La rumana se incorporó como una víbora y me mordió el brazo hasta
hacerlo sangrar. Pensaba que me refería a ella. Lleno de desprecio a la
humanidad entera y de odio, la saqué a puntapiés de mi taller y le dije
que la mataría como a un perro si no se iba en seguida. Se fue gritando
insultos a pesar de la cantidad de dinero que le arrojé detrás.
Por largo tiempo quedé estupefacto en el medio del taller, sin saber
qué hacer y sin atinar a ordenar mis sentimientos ni mis ideas. Por fin
tomé una decisión: fui al baño, llené la bañadera de agua fría, me
desnudé y entré. Quería aclarar mis ideas, así que me quedé en la
bañadera hasta refrescarme bien. Poco a poco logré poner el cerebro en
pleno funcionamiento. Traté de pensar con absoluto rigor, porque tenía la
intuición de haber llegado a un punto decisivo. ¿Cuál era la idea inicial?
Varias palabras acudieron a esta pregunta que yo mismo me hacía. Esas
palabras fueron: rumana, María, prostituta, placer, simulación. Pensé:
estas palabras deben de representar el hecho esencial, la verdad profunda
de la que debo partir. Hice repetidos esfuerzos para colocarlas en el orden
debido, hasta que logré formular la idea en esta forma terrible, pero
indudable: Marta y la prostituta han tenido una expresión semejante; la
prostituta simulaba placer; María, pues, simulaba placer; Marta es una
prostituta.
—¡Puta, puta, puta! —grité saltando de la bañadera.
Mi cerebro funcionaba ya con la lúcida ferocidad de los mejores días: vi
nítidamente que era preciso terminar y que no debía dejarme embaucar
una vez más por su voz dolorida y su espíritu de comediante. Tenía que
dejarme guiar únicamente por la lógica y debía llevar, sin temor, hasta las
últimas consecuencias, las frases sospechosas, los gestos, los silencios
equívocos de María.
Fue como si las imágenes de una pesadilla desfilaran vertiginosamente
bajo la luz de un foco monstruoso. Mientras me vestía con rapidez,
pasaron ante mí todos los momentos sospechosos: la primera
conversación por teléfono, con la asombrosa capacidad de simulación y el
largo aprendizaje que revelaban sus cambios de voz; las oscuras sombras
en torno de María que se delataban a través de tantas frases enigmáticas;
y ese temor de ella de "hacerme mal", que sólo podía significar "te haré
mal con mis mentiras, con mis inconsecuencias, con mis hechos ocultos,
con la simulación de mis sentimientos y sensaciones", ya que no podría
Ernesto Sábato 67
El tunel
hacerme mal por amarme de verdad; y la dolorosa escena de los fósforos;
y cómo al comienzo había rehuido hasta mis besos y como sólo había
cedido al amor físico cuando la había puesto ante el extremo de confesar
su aversión o, en el mejor de los casos, el sentido maternal o fraternal de
su cariño, lo que, desde luego, me impedía creer en sus arrebatos de
placer, en sus palabras y en sus rostros de éxtasis; y además su precisa
experiencia sexual, que difícilmente podía haber adquirido con un filósofo
estoico como Allende; y las respuestas sobre el amor a su marido, que
sólo permitían inferir una vez más su capacidad para engañar con
sentimientos y sensaciones apócrifos; y el círculo de familia, formado por
una colección de hipócritas y mentirosos; y el aplomo y la eficacia con que
había engañado a sus dos primos con las inexistentes manchas del
puerto; y la escena durante la comida, en la estancia, la discusión allá
abajo, los celos de Hunter; y aquella frase que se le había escapado en el
acantilado: "como me había equivocado una vez"; ¿con quién, cuándo,
cómo? y "los hechos tormentosos y crueles" con ese otro primo, palabras
que también se escaparon inconscientemente de sus labios, como lo
reveló al no contestar mi pedido de aclaración, porque no me oía,
simplemente no me oía, vuelta como estaba hacia su infancia, en la quizá
única confesión auténtica que había tenido en mi presencia; y, finalmente,
esta horrenda escena con la rumana, o rusa, o lo que fuera. ¡ Y esa sucia
bestia que se había reído de mis cuadros y la frágil criatura que me había
alentado a pintarlos tenían la misma expresión en algún momento de sus
vidas! ¡ Dios mío, si era para desconsolarse por la naturaleza humana, al
pensar que entre ciertos instantes de Brahms y una cloaca hay ocultos y
tenebrosos pasajes subterráneos!
XXXII
MUCHAS de las conclusiones que extraje en aquel lúcido pero
fantasmagórico examen eran hipotéticas, no las podía demostrar, aunque
tenía la certeza de no equivocarme. Pero advertí, de pronto, que había
desperdiciado, hasta ese momento, una importante posibilidad de
investigación: la opinión de otras personas. Con satisfacción feroz y con
claridad nunca tan intensa, pensé por primera vez en ese procedimiento y
en la persona indicada: Lartigue. Era amigo de Hunter, amigo íntimo. Es
cierto que era otro individuo despreciable: había escrito un libro de
poemas acerca de la vanidad de todas las cosas humanas, pero se
quejaba de que no le hubieran dado el premio nacional. No iba a
detenerme en escrúpulos. Con viva repugnancia, pero con decisión, lo
llamé por teléfono, le dije que tenía que verlo urgentemente, lo fui a ver a
su casa, le elogié el libro de versos y (con gran disgusto suyo, que quería
Ernesto Sábato 68
El tunel
que siguiésemos hablando de él), le hice a boca de jarro una pregunta ya
preparada:
—¿Cuánto hace que María Iribarne es amante de Hunter?
Mi madre no preguntaba nunca si habíamos comido una manzana,
porque habríamos negado; preguntaba cuántas, dando astutamente por
averiguado lo que quería averiguar: si habíamos comido o no la fruta; y
nosotros, arrastrados sutilmente por ese acento cuantitativo
respondíamos que sólo habíamos comido una manzana.
Lartigue es vanidoso pero no es zonzo: sospechó que había algo
misterioso en mi pregunta y creyó evadirla contestando :
—De eso no sé nada.
Y volvió a hablar del libro y del premio. Con verdadero asco, le grité:
—¡Qué gran injusticia han cometido con su libro!
Me fui corriendo. Lartigue no era zonzo, pero no advirtió que sus
palabras eran suficientes.
Eran las tres de la tarde. Ya debía estar María en Buenos Aires. Llamé
por teléfono desde un café: no tenía paciencia para ir hasta el taller. En
cuanto me atendió, le dije:
—Tengo que verte en seguida.
Traté de disimular mi odio porque temía que sospechara algo y no
viniese a la cita. Convinimos en vernos a las cinco en la Recoleta, en el
lugar de siempre.
—Aunque no veo qué saldremos ganando —agregó tristemente.
—Muchas cosas —respondí—, muchas cosas.
—¿ Lo crees ? —preguntó con acento de desesperanza.
—Desde luego.
—Pues yo creo que sólo lograremos hacernos un poco más de daño,
destruir un poco más el débil puente que nos comunica, herirnos con
mayor crueldad... He venido porque lo has pedido tanto, pero debía
haberme quedado en la estancia: Hunter está enfermo.
"Otra mentira", pense.
—Gracias —contesté secamente—. Quedamos, pues, en que nos vemos a
las cinco en punto. María asintió con un suspiro.
XXXIII
ANTES de las cinco estuve en la Recoleta, en el ban

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Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a MaríaIribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que nose necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni porqué. En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, loque quizá sea una forma de defensa de la especie humana. La frase "todotiempo pasado fue mejor" no indica que antes sucedieran menos cosasmalas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido. Desde luego,semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, mecaracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casipodría decir que "todo tiempo pasado fue peor", si no fuera porque elpresente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantascalamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, quela memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdidomuseo de la vergüenza. ¡Cuántas veces he quedado aplastado durantehoras, en un rincón oscuro del taller, después de leer una noticia en lasección policial!. Pero la verdad es que no siempre lo más vergonzoso dela raza humana aparece allí; hasta cierto punto, los criminales son gentemás limpia, más inofensiva; esta afirmación no la hago porque yo mismohaya matado a un ser humano: es una honesta y profunda convicción.¿Un individuo es pernicioso?. Pues se lo liquida y se acabó. Eso es lo queyo llamo una buena acción. Piensen cuánto peor es para la sociedad queese individuo siga destilando su veneno y que en vez de eliminarlo sequiera contrarrestar su acción recurriendo a anónimos, maledicencia yotras bajezas semejantes. En lo que a mí se refiere, debo confesar queahora lamento no haber aprovechado mejor el tiempo de mi libertad,liquidando a seis o siete tipos que conozco.Que el mundo es horrible, es una verdad que no necesitademostración. Bastaría un hecho para probarlo, en todo caso: en uncampo de concentración un ex pianista se quejó de hambre y entonces loobligaron a comerse una rata, pero viva.No es de eso, sin embargo, de lo que quiero hablar ahora; ya diré másadelante, si hay ocasión, algo más sobre este asunto de la rata.

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