Los procesos son muy necesarios para poder desarrollar el carácter de Cristo en nosotros, nunca se trataron de duras experiencias para añadir en un extenso currículum de nuestra vida, sino de encontrarnos cara a cara con Jesús. Él está ardiendo de amor por nosotros y al mirarnos ese amor se incrementa mucho más, es su mirada de fuego la que nos procesa verdaderamente.