En 1987, The Cure alcanzó la fama con su álbum “Kiss Me Kiss Me Kiss Me”, pero el vocalista Robert Smith no veía con buenos ojos la creciente popularidad del grupo. Quería que el público tomase su música en serio, y la única manera de quitarse la careta pop era regresando al lado oscuro de la banda.
El octavo trabajo de The Cure, “Disintegration”, publicado en mayo de 1989, marcó el regreso a las raíces de rock gótico y letras introspectivas de los primeros discos de la banda.
El éxito de ventas de “Disintegration” confirmó los temores de Smith: The Cure era un grupo que llenaba estadios, y declaró que "nunca fue intención de la banda llegar a ser tan grandes".
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