La ciudad ha recobrado a su poeta. Así, con esta paráfrasis de un famoso poema de Eduardo Lizalde, es posible resumir el efecto que ha tenido la reciente conmemoración del centenario de Efraín Huerta: la Ciudad de México ha vuelto a hacer suyos los versos del Gran Cocodrilo, del escritor que más apasionada y visceralmente la ha cantado. Efraín Huerta, quien nació el 18 de junio de 1914 en Silao, Guanajuato, se mudó de su tierra nativa, en el corazón de la lucha de Independencia nacional, a la capital del país, en la cual pudo adquirir y desarrollar su plena independencia y estatura como escritor. Del crecimiento vital de la antigua Tenochtitlan durante el primer periodo de paz posrevolucionaria le tocó ser a Efraín Huerta uno de los primeros testigos, y fue quizá el más sensible a la percepción de cómo la nueva gran urbe, con su incesante aspiración a la desmesura y el caos, daba pie a transformaciones en la médula emocional de sus habitantes.Los perfiles y etapas del poeta no se reducen a su celebrado libro de juventud, ‘Los hombres del alba’, publicado en 1944, en un contexto de guerra mundial que exigía un compromiso ideológico al que nuestro autor a lo largo de su vida respondió con una conciencia de izquierda que, sin ribetes panfletarios, también nutrió su escritura lírica, misma que en sus últimos años derivó en las formas breves de los muy citados poemínimos, con sus elementos de autoparodia, picardía y sinceridad.Si bien es cierto que en vida de Efraín su obra no se vio exenta de lectores y fervientes exégetas, la circunstancia de sus cien años ha permitido poner bajo mayores reflexiones sus textos, acercarlos a nuevas generaciones de lectores, e incluso para lanzar a la circulación su poca recordada escritura en prosa (no está de más mencionar que Efraín desarrolló un constante diálogo con el cine, así como sobre asuntos políticos y literarios, a través de las páginas fugaces del periodismo). Esta conmemoración ha servido para aseverar a Efraín Huerta en el canon del Siglo de Oro de la literatura mexicana, como sin duda lo fue el XX, en el papel de una de sus figuras centrales. Al mismo tiempo, el centenario ha sido la oportunidad propicia para que la Ciudad de México fuese el escenario en que el tributo a la estatura de su obra, de parte de la comunidad cultural, se registrara de manera unánime.Este número de la Revista de la Universidad de México recupera un poema inédito del autor, así como su pensamiento heterodoxo y cáustico a través de una entrevista concedida en 1977, cinco años antes de morir, a Elvira García, al tiempo que asedia los diversos frentes de la escritura efrainiana mediante las participaciones de estudiosos, escritores y lectores que al fervor crítico aúnan el conocimiento continuado y profundo: Luis Vicente de Aguinaga, David Huerta, Carlos Ulises Mata, Margarita Peña y Vicente Quirarte.

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