En este Sutta, el Buddha exhorta a los bhikkhus a estar dentro de los confines de su propia tierra, es decir, los cuatro establecimientos de la atención completa, o sea, la contemplación del cuerpo, sensación, mente y objetos mentales. Ellos pueden andar libremente en este lugar seguro protegidos por los cuatro establecimientos de la atención completa, libres de pasión, odio e ignorancia. Una vez que ellos se salen fuera de su propia tierra, ellos se exponen a las tentaciones del mundo sensorial. La parábola del halcón y la alondra ilustra este punto. Un halcón feroz de repente atrapa una alondra diminuta que estaba comiendo en campo abierto. Capturada en las garras de su aprehensor, el joven pájaro infortunado se lamenta de su tontería de aventurarse fuera de su propia tierra y caer presa del halcón. “Si yo sólo me hubiera quedado en mi propia tierra heredada de mis padres, fácilmente podría haberme liberado del ataque del halcón”. Intrigado por este intrigante soliloquio, el halcón le pregunta a la alondra donde está esa tierra que ha heredado de sus padres. La alondra le contesta: “Los intersticios entre los terrones de tierra en los campos arados son mi tierra, heredada de mis padres”. “Bien, diminuto pajarito, yo te soltaré ahora. Veamos si también puedes escapar de mis garras en tu propia tierra”.
Entonces, parado en un lugar donde tres grandes terrones de tierra se juntan, la alondra invita al halcón burlonamente, “ven y atrápame, tú, gran bruto”. Ardiendo de furia, el halcón bajó con feroz velocidad intentando atrapar en sus garras al pequeño pájaro burlón. La alondra desapareció rápidamente en los intersticios de los terrones, pero el gran halcón, incapaz de detener su propia velocidad, chocó violentamente contra los terrones y encuentra su muerte dolorosa.
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