Rabí Shneur Zalman conocía íntimamente a sus “perplejos”. Llegaban a él en gran número y lo inundaban con preguntas escritas. La mayoría de ellos, sin duda, se componía de gente simple y sin grandes conocimientos. Pero también había muchos jóvenes estudiantes del Talmud, y hombres de inclinación filosófica, que como él en su adolescencia, procuraban un nuevo modo de vida y nuevos canales para sus anhelos espirituales e intelectuales. La consideración de una audiencia tan variada determinó en gran medida la forma y el estilo del libro. Hablando de forma y estilo, ha de recordarse que mucho antes de volcar sus enseñanzas y doctrinas en forma escrita, las predicó oralmente. Sus sermones y discursos, pronunciados en su mayoría en Shabat y Festividades (lo que justifica su estilo homilético), fueron posteriormente registrados de memoria por sus discípulos. Estos manuscritos gozaron de amplia circulación entre sus seguidores. No era poco frecuente que Rabí Shneur Zalman expusiera sus doctrinas en la forma de epístolas que, al ser de interés general, fueron consideradas por sus seguidores como cartas pastorales, y copiadas y recopiadas para la más masiva circulación posible. Con el correr del tiempo, mientras su comunidad de devotos había crecido numerosamente, Rabí Shneur Zalman sintió, como explicó en su Prefacio, que había llegado el momento de presentar un bosquejo de sus enseñanzas en la forma de un libro, que debía reemplazar los panfletos en circulación, muchos de ellos repletos de errores como resultado de su copia y trascripción repetida, o por la maliciosa perversidad de sus oponentes. Es así como nació el Likutéi Amarím o Tania, en su presente composición.