“Sé tú mismo”, “se libre”, “solo hazlo”. Nuestra cultura nos enseña a definir por nosotros mismos quienes somos y qué debería hacernos completos.  Rechazamos cualquier autoridad externa que nos quiera decir quienes somos. Pero la historia cristiana de creación y redención describe a Dios como un ser infinito en bondad que nos ha dotado de identidad en Él. Y aunque no siempre respondamos a él con gratitud, amor y adoración, sigue siendo la máxima autoridad para definir dónde encontrar valor.

“La melodía de la dignidad humana es solo un estribillo en la interpretación del gran artista.”

Hace unos días escuché a alguien contar esta historia y quise leer más sobre ella. Wynton Marsalis, un famoso trompetista de Jazz, en 2001 ofreció un show en Village Vanguard, un club en la ciudad de Nueva York. La cuarta canción en su set era una conocida balada de los años 30 que interpretó sin acompañamiento. En lo que el periodista que reseñó el concierto describe como “un acto desgarrador de expresión creativa”, Marsalis entonaba la melodía de la canción con silencios intencionalmente cargados de emoción.

En el climax de su intepretación, se escuchó en el público la tonada de un teléfono celular y el trompetista pausó su interpretación. En lo que el reportero describe como “el rompimiento de un hechizo”, Marsalis arqueó las cejas y se escucharon risas. De repente, el virtuoso comenzó a tocar la melodía del teléfono nota por nota, una y otra vez. Acentuando notas e improvisando variaciones que hacían poesía de la melodía que interrumpió la pieza inicial. Varios minutos después, el trompetista fue recobrando la cadencia de una balada hasta hacer una perfecta transición a la melodía inicial. El público sorprendido y emocionado estalló en aplausos.

La melodía de la dignidad humana es solo un estribillo en la interpretación del Gran Artista. Solo cuando escuchamos la pieza desde el comienzo, podemos admirar la gesta del músico en transformar la tonada del teléfono en una ovación. ¿Por qué no confiar en que Dios, el Gran Músico de la Creación, puede saber que es mejor para nosotros? Pablo nos hace una pregunta parecida: "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?" (Rom 8:32). La respuesta es obvia. Podemos confiar que en su melodía encontramos valor, identidad y aceptación.