Psalm 101
[YouTube](https://youtu.be/UmNI4HDEf2c)
¿Cómo no cantar de mi Señor? ¡Qué triste es leer la historia una y otra vez de sus últimos días de carne y hueso sobre la tierra! El domingo lo adoraban. Lo honraban. Reconocieron la salvación de Dios.
El viernes las flores se volvieron espinas y los gritos de alegría se volvieron gritos de odio. ¡Qué día más oscuro! No puedo imaginar la angustia de los primeros discípulos de Cristo. ¿Qué pensarían ellos cuando el enemigo crucificó a nuestro Señor y Rey?
Leemos el Salmo 100. Al leer las palabras en voz alta, me acuerdo del pobre Pedro, quien amaba tanto a Jesús. Él le dijo a Jesús que jamás lo negaría aun si le costara la libertad y la vida. ¡Qué fácil es decirlo pero qué difícil es hacerlo!
Como Pedro, yo quiero hacer el bien pero del dicho al hecho hay mucho trecho que solo por el Espíritu Santo de Dios que actúa en mí puedo hacer lo que Dios espera de mí. No puedo hacer nada separado de Jesús y Su Espíritu es mi conexión. Gracias a Dios, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
Han pasado miles de años y los que seguimos a Jesús seguimos celebrando su vida, su muerte, y su resurrección. Ahora, en medio de la oscuridad y la tristeza sabemos que Jesús venció a la muerte y el poder del pecado sobre nosotros. Nos dejó con su paz en medio de la tormenta y nos envió al Espíritu Santo. Él está con nosotros hasta el fin de los tiempos.
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